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La última cena

Publicado: 2021-04-01

La Semana Santa representa para el imaginario cristiano los últimos días de Jesús en este mundo. En esta historia que se repite año a año para conmemorar la muerte de Jesús y la vida de Cristo entre sus seguidores existe un día crucial, la última cena. Como muchos sabrán, este día es recordado por la traición de Judas, por el lucro a costa de lo correcto, por la corrupción de una revolución moral y espiritual. Más de dos mil años han pasado y hoy nos enfrentamos a un dilema muy similar. Durante esta semana hemos presenciado un espectáculo de tres días de irascibles debates en los cuales el deseo por el poder ha traicionado a la verdad. No hablamos de interpretaciones o de ideologías, sino de ese deseo mismo por expresar la veracidad de este mundo. Es por esta razón que podríamos afirmar que todos los candidatos traicionaron la verdad sin excepción alguna. Sin embargo, como la historia bíblica nos cuenta, es solo por esta traición que Jesús fue sacrificado para salvar a la humanidad y expandir su amor dentro de todos sus creyentes. ¿Algo parecido no ocurre hoy en día?

No hay que ser cristianos para entender esta metafórica relación entre eventos aparentemente disimiles. La traición es algo que sobrepasa las fronteras del tiempo. No importa la época que analicemos, la traición siempre está presente entre lazos de lealtad. En el caso peruano, la poca lealtad de nuestros representantes públicos es algo que recurre constantemente en la política. No hablo de traiciones partidarias entre uniones políticas. Tampoco hablo de traiciones en contra del plan de gobierno establecido. La infidelidad solo puede ser en contra del pueblo peruano, en contra de la realidad peruana por la cual su veracidad es inmanente, ya que un representante del pueblo, más que representar ideas populares, representa la realidad de una nación para velar por sus necesidades.

Lo que hemos presenciado durante estos días es la alta traición hacia la realidad peruana. Los tres grupos de candidatos presidenciales armaron un espectáculo mediático entre demagogia y mitomanía. Obviamente, lo más distante de la realidad peruana es el triángulo del mal (Fujimori, De Soto y López Aliaga) que se aferra a la religión para tergiversar sus valores más esenciales. Lo peor de todo es que hablan de valores cristianos, pero no profesan empatía con el que menos tiene o con el o “la” que más sufre. Hablan de ser pro-vida, pero dejarían que sus padres mueran de COVID solo para no perder sus riquezas. Es la falsa religión del becerro de oro que poco le importa conocer la realidad más allá del pico de la montaña. Lo más irónico detrás de todo esto es que hablan de leyes divinas, pero las únicas leyes que les importan son las leyes romanas creadas para mantener el orden del imperio.

Sin embargo, ¿es realmente correcto decir que todos los candidatos son infieles a la verdad? Si somos leales a la realidad, tenemos que decir que sí, todos son infieles, pero este “sí” arrastra consigo un gran “pero”. Sí, todo candidato que forma parte de este show mediático solo puede ser infiel a lo real. Pero (y éste “pero” es muy importante) la verdad solo puede ser camuflada entre máscaras de apariencias y engaños. La traición, la mentira, puede ser el motor que impulse el deseo de la realidad por expresar su veracidad no importe donde. De esta forma, podríamos decir que los candidatos de izquierda encabezados por Verónica Mendoza formaron parte de este espectáculo que solo le rinde tributo a la falsedad de nuestro sistema democrático. No obstante, dentro de esta traición podemos apreciar el verdadero sacrificio de su verdad privada para defender la realidad peruana.

Podrán ser apariencias, shows, pero dentro de ellas está el deseo de dar voz al excluido, al que aún nadie ha oído. Este sacrificio de lo aparente hacia al otro, es lo único concreto en la política. Por eso hay que tener claro que, como en la teología y en la política, el sacrificio no es de salvación, el sacrificio es de libertad. El político sacrifica su verdad privada para darnos libertad para dejarnos escoger nuestra vida. Por ende, es responsabilidad nuestra y de nadie más. La realidad no les pertenece a los políticos. La realidad es compartida entre nosotros, y solo entre nosotros pude emerger la verdadera comunidad.


Escrito por

Rizomático

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