Bailando hasta la muerte
Hace unos días una trágica noticia conmocionó a todo el Perú. Trece personas murieron al querer escapar rápidamente de un bar en Los Olivos — cuya empinada salida causó una repentina estampida — antes de ser atrapados por la policía. Fue una fiesta ilegal donde estas trece personas compartieron sus últimos respiros con otras cien. Un respiro de liberad, más que todo, de una pandemia que restringe nuestras vías respiratorias con mascarillas y toques de queda ya que ninguna otra salida se nos es posible.
A pesar de lo insólito de esta tragedia, lo más bizarro para mi persona sucedió al siguiente día. Una estudiante extranjera, a quien enseño filosofía online, me preguntó sobre lo sucedido en Los Olivos. Al parecer, esta noticia fue tan impactante que proliferó en medios extranjeros, trayendo consigo la mirada de toda la comunidad internacional hacia uno de los países más afectados en el mundo por el coronavirus. Sin embargo, ella fue comprensiva, y afirmo que todo el mundo esta muy cansado de esta pandemia. Por ende, no era de sorprender que algunas personas anden buscando la oportunidad para escaparse de esta ominosa realidad.
Lo contrario a la respuesta de esta estudiante extranjera lo recibí por parte de un amigo. “No me importan si dicen que soy frio, se lo merecen”, fue lo que este amigo me dijo. Sé que esta áspera critica la comparten muchos peruanos. De alguna forma, muchos de nosotros sentimos una amargura al momento de conocer esta noticia. A pesar de que estas trece personas pagaron con su muerte, muchos de nosotros las culpamos, como si su muerte causara en nosotros el malestar de una verdad que prefiriéramos mantener aplacada. Sin embargo, “se lo merecen” tiene varias formas de ser interpretada. ¿Fue acaso la muerte un castigo bien merecido o una recompensa a su mérito?
Tal vez… mi amigo se refirió a la muerte como un premio a la osadía de libertad de los asistentes a esta ilegal fiesta… Tal vez el dionisiaco deseo por bailar y emborracharse fue más grande que su miedo a la ley y la muerte. ¿Podemos culpar al alguien por seguir su deseo de libertad? Si no fuera por este deseo tan grande de libertad la historia no hubiera tomado el rumbo que tiene ahora, y las independencias de las Américas no hubieran existido. Sin embargo, ¿cuál fue el real acto de libertad de estos jóvenes parranderos? ¿Liberarse de la represión de un encierro o escaparse de las consecuencias de su deseo?
Obviamente, cada uno de nosotros es responsable de nuestro de deseo; no para controlarlo, si no para aceptar las consecuencias de nuestras acciones. Dicho esto, se me es muy difícil ver como alguna de estas personas atrapadas entre sí al momento de escapar de la policía pudieron haber aceptado las consecuencias de su transgresión de la ley. Sin embargo, espero que dentro de los 13 fallecido haya una persona que realmente haya deseado bailar hasta la muerte. Para esta persona, espero que la muerte haya sido una merecida recompensa.