El Jazz de la Pandemia
El jazz, sin duda alguna, es uno de los géneros musicales más exóticos e idiosincráticos que una persona puede escuchar en su corta vida. Originaria de New Orleans, la música jazz es el producto de una mezcla de ritmos afrocaribeños y melodías caucásicas que sobrepasó toda expectativa al convertirse en un lenguaje universal utilizado por diversas tradiciones musicales alrededor del mundo. A comparación de su progenitor, el blues (el cual se basaba en narrar el martirio de haber nacido negro en una sociedad albina), el jazz toma otra dirección contra este malestar en la cultura. La melancolía de un pasado esclavizante es tomada por el jazz con una irónica búsqueda de un júbilo prometido en el devenir de la improvisación musical.
Aunque el jazz todavía no era creado, en “Así habló Zaratustra”, Nietzsche propone una provocadora idea para el imaginario cristiano: “Yo solo creería en un dios que supiera danzar”. Esta frase no solo es un ataque al cristianismo, sino también un ataque a toda doctrina que niega todos los placeres y malestares de esta vida terrenal. Para Nietzsche, vivir en este mundo conlleva un sufrimiento que debe ser afirmado hasta el final para poder danzar en la eternidad de este presente. De esta misma manera, el jazz emerge para afirmar la vida que el blues solo puede ver con melancolía. Por esta razón, el jazz es más que un estilo o técnica musical. Hacer jazz implica afirmar el desasosiego de nuestra traumática existencia con cierta rítmica mitológica, como si en su sonoridad se empozara todo lo vivido de este mundo. Esta es una visión del mundo que sobrepasa con gracia todas las tragedias que suelen ocurrir inesperadamente en el transcurrir de la vida. ¿No es esta una visión que deberíamos de implementar durante la pandemia?
Ciertamente, la pandemia es una tragedia inesperada que ha frustrado la vida de todos. Resignar toda fuerza de voluntad para perpetuarse en lo ‘ideal’ del pasado tiende a ser una opción viable, pero es definitivamente un mal camino si queremos salir de esta pandemia. Al igual que un psicólogo recomienda a sus pacientes aceptar las tragedias existenciales como primer paso hacia una cura, nosotros debemos auto-recomendarnos aceptar que el pasado es pasado y que el virus esta aquí para quedarse hasta nuevo aviso. Solo si primero aceptamos la gravedad y realidad de este caso podremos entonces actuar de una forma adecuada contra lo desconocido.
¿Existe acaso forma adecuada de actuar contra esta pandemia? No soy epidemiólogo, pero estoy seguro de que los expertos tienen el conocimiento suficiente para diseñar planes que puedan contener el virus. Pero como muchos saben, el coronavirus (aunque parecido al SARS) actúa de forma aun desconocida para los expertos. Lamentablemente, no existe procedimiento ‘correcto’ que pueda contrarrestar el esparcimiento de este virus por cada rincón del mundo. Más allá de eso, hay diversas variables como el contexto social, económico o político de cierta nación que disminuyen la capacidad de control y planeación de los epidemiólogos. Nadie se hubiese imaginado que las inadecuadas decisiones (para ‘salvar’ la economía) de ‘lideres’ como Trump y Bolsonaro serian un estorbo para los expertos en epidemiología. Sin embargo, como cualquier profesional experimentado debe saber que la incertidumbre forma parte de su labor. Al momento de actuar, de dar una decisión, no existe ‘la’ respuesta correcta de un guion pre-escrito—solo existen respuestas adecuadas, respuestas improvisadas. Improvisación que los músicos de jazz son expertos en ejecutar.
La canción “Giant Steps” del álbum “Giant Steps” por John Coltrane, es una de las canciones más emblemáticas en el mundo del jazz. Para esta canción Coltrane utilizó una sofisticada progresión de acordes que, deseándolo o no, hizo de “Giant Steps” una de las canciones más difíciles de improvisar. Si escuchamos la grabación de 1960 podemos notar la deferencia en la capacidad de improvisar entre John Coltrane con su saxofón y Tommy Flanagan con su piano. Durante toda la canción notaremos como Coltrane improvisa con destreza sin dejar señas de indecisión. Al contrario, cuando Coltrane deja de tocar podemos notar como Flanagan no puede mantener la misma vitalidad musical al momento de improvisar con su piano. Él mismo declara que la progresión de acordes y la velocidad por la cual estos cambios se producían hizo imposible toda improvisación por su persona. El presente corría demasiado rápido, dejando momentos de silencios involuntarios. Aunque ninguna respuesta es correcta al momento de improvisar, podemos notar como las decisiones que Flanagan produjo con su piano no fueron las adecuadas.
El contraste que existe entre las improvisaciones de Coltrane y Flanagan, nos puede ayudar a comprender como existen decisiones más adecuas que otras al momento de componer improvisadamente una canción en el presente¬¬—en el preciso instante que la primera nota es entonada. Esta creación repentina (y de alguna forma forzada por el tiempo) es como nuestra respuesta a la pandemia se produce día a día frente a la incertidumbre del mañana. Tal vez no sea la creación más placentera por componer, por eso esta debe ser basada en la afirmación de nuestra trágica realidad en este mundo. Tal vez no exista respuesta correcta contra el coronavirus, pero por lo menos podemos improvisar en nuestro día a día, y dejar que los expertos (como Coltrane) improvisen con destreza para darle fin a esta pandemia.