En Contra de la Lucha Contra la Corrupción
Dejemos la inútil lucha contra nuestra propia sombra y comencemos a luchar por una causa en común que realmente penetre lo real de nuestro mundo.
La retórica populista de los políticos peruanos por décadas se ha basado en resolver un solo problema, la corrupción. Aunque parece importante , la lucha contra la corrupción es simultáneamente la causa de toda metástasis que corroe las instituciones y ‘corrompe’ nuestro espíritu de fraternidad. No se deje tomar el pelo, querido lector. La corrupción es mala, pero aun más dañina es la lucha contra la corrupción. En la historia, la lucha contra la corrupción ha dejado grandes victimas en su camino. Para darles un ejemplo, según la mitología cristiana, Jesús de Nazaret fue crucificado por una masa de judíos que solo veían en él un corruptor de la moral. Igualmente, según los relatos griegos, Sócrates fue condenado a beber la cicuta por corromper la juventud ateniense. Usted pensara que estos fueron casos donde el juicio bondadoso de las masas fue ‘corrompido’ (o de alguna forma manipulado). Sin embargo, el hecho de que la misma lucha contra la corrupción pueda corromperse indica que no existe forma clara por la cual uno puede fácilmente diferenciar lo malo de lo bueno. De esta forma, podríamos decir que luchar obstinadamente contra el mal es como la maldad llega ha manifestarse en el mundo, ya que no aceptar nuestra propia sombra en el ‘otro’ puede hacer de toda buena voluntad un agente del mal.
Una visión del mundo rígidamente dividida entro lo bueno y lo malo es una perspectiva tan cerrada que el conocimiento mismo de lo realmente bueno se le es imposible. ¿Como una persona puede conocer el bien, si no conoce el mal? Usualmente se dice que la juventud debe decirles No a las drogas, como si en su consumo el mismísimo satanás en persona se presentase. Las personas que han dejado su mente divagar por estas sustancias sabrán que casi nunca el diablo esta presente… Irónicamente, son las personas que después de probar el dulce éxtasis de las drogas llegan a controlar su adicción, quienes realmente conocen lo ‘bueno’ del autocontrol. Conocer el bien no requiere necesariamente cometer el mal, pero requiere romper con el antejuicio de lo malo para estar abiertos a las diferentes posibilidades del mundo. Esto no debe ser un secreto ya que el progreso de la humanidad no es forjado por individuos que le temen a lo desconocido. Es por personas suficientemente valerosas de adentrarse dentro de los rincones más oscuros del mundo que la historia humana, para bien o para mal, ha tomado este rumbo.
Pero aun más interesante es indagar sobre las razones de esta obsesión por luchar contra la corrupción. ¿Acaso todo problema nacional se resolvería si no existieran los corruptos? Esta es la ilusión que muchas personas tienen en el mundo—la de un paraíso que un día fue usurpado—y la razón por la cual mantener esta lucha siempre favorece al status quo. La ilusión de un mundo sin corruptos es lo que mantiene al capitalismo reinando sobre nuestras vidas, riéndose de la fe de muchas personas. Lamento informar a muchos, pero la corrupción es inherente al capitalismo, mientras más corrompida, mientras más pequeño el juez, mientras más libertinaje mejor funciona el capitalismo.
Sin embargo, esto no significa que en un mundo post-capitalista la corrupción dejará de existir. Esta es la ilusión por la cual la izquierda tiende a ganar y a perder seguidores cuando la ilusión se vuelve desilusión. La solución no es exterminar la corrupción, sino crear un sistema que limite las posibilidades de corrupción, y que funcione óptimamente aun exista corrupción. ¿Por que existe corrupción? Esta es una pregunta fundamental que no tiene respuesta simple. Si hablamos de la corrupción del estado, en muchos casos los funcionarios se ven en la necesidad de utilizar su poder para beneficiarse económicamente. Obviamente, esta no es la única razón, ni la más fundamental; sin embargo, el beneficio económico es razón suficiente para olvidarse del rol publico otorgado por el pueblo y centrarse en su beneficio privado. De esta forma, un sistema que perpetúe el beneficio económico privado como su más alto ideal esta a predestinado a arruinar todo poder publico, no solo por ‘corromper’ el espíritu de los funcionarios sino también por crear la necesidad en la cual, por ejemplo, muchos policías se ven justificado a recibir sobornos a cambio de su indiferencia contra el crimen.
Para ambas ideologías políticas, derecha e izquierda, la lucha contra la corrupción es un impedimento por realmente seguir los ideales que representan. El pecado absoluto no es cometer el mal, ya que el cinismo fácilmente se apodera como viable solución contra la maldad del mundo. El verdadero pecado absoluto es no tener la fuerza de voluntad para actuar de acuerdo con lo que uno piensa que es lo bueno. El problema de los políticos contemporáneos es abstenerse a seguir sus ideales y condenar todas las ideas radicales que tengan el coraje de defender lo radical del pensamiento. La lucha contra la corrupción representa la impotencia de las causas perdidas. Tal vez haya discutas por definir que es lo ‘bueno’, pero para comenzar esta discusión es necesario estar abiertos a la posibilidad de que lo que reconocemos como malo pueda no serlo. Por esta razón, de una forma u otra, toda valerosa diligencia por encontrar la verdad de lo bueno tiene como necesidad romper con el binarismo moral que representa la debilidad del humano por reconocer su propia sombra en el ‘otro.’ Dejemos la inútil lucha contra nuestra propia sombra y comencemos a luchar por una causa en común que realmente penetre lo real de nuestro mundo.