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El Acoso de lo Sexual

Publicado: 2020-06-11

Al parecer, dentro de la personas más faranduleras, se ha creado todo un debate sobre la vida sexual de un actor y los excesos que pueda haber cometido en el ciberespacio. De la misma manera se habla de un exceso de parte de las demandantes; cuyas acusaciones, dentro de la mirada masculina, revelan la histeria de una mitológica venganza. Sin embargo, no es de mi interés dar un juicio sobre las acusantes y el acusado. Más allá de no poder investigar la verdad de lo ocurrido, hay un tema por discutir del cual este caso es simplemente el síntoma de lo patológicamente humano, demasiado humano.

A comienzos del siglo XX, Sigmund Freud descubrió un elemento tan importante para la vida, que por siglos el hombre inconscientemente ha ocultado y reprimido para mantener el ideal de un mundo sin los excesos que este conlleva. Obviamente, todos sabemos lo que Freud descubrió: la libido. Como materia de estudio clínico, fue una controversia en sus tiempos y aún lo es. Dentro de los círculos académicos que aún desean ver el mundo con un esquema de absoluta racionalidad, la libido freudiana no solo es irracional, pero más que todo es una maquina destructora del ideal hombre moderno, cuya autonomía y racionalidad no pueden ser cuestionadas. ¿Qué pasaría con el cientificismo si descubriera que los fundamentos de todo pensamiento se basan en algo humano, demasiado humano?

No me inmiscuiré en los aspectos teóricos de una posible sexualización de lo ontológico. Mantengámonos  en la superficie, donde aún podamos respirar el familiar aire de una prudente civilización. Irónicamente, es este retorno a lo familiar lo que Freud estudiaba. Es muy común asociar el psicoanálisis como el estudio de los conflictos con la madre. No es una idea equivoca, ya que la relación que uno tiene con la madre es el primer recuerdo que todo ser humano tiene de un 'otro'. Es este recuerdo de un origen el cual nos mantiene a flote en el día a día, en la infinita repetición que Camus ve con asombro al notar como pocos optan por el suicidio. Si cada día optamos entre la vida y la muerte, se podría decir que detrás de toda inmanencia en el cosmos subyacen dos fuerzas vitales—Eros y Thanatos—que Freud interpreta como los instintos de la vida y la muerte. Indudablemente, optar por seguir viviendo conlleva afirmar nuestro Eros—nuestro instinto de vida. Ya quisiera que esto fuera tan simple, pero la cultura—como el padre para Edipo—existe para regular nuestra sexualidad. Es en este momento cuando el deber se convierte en el súper ego que reprime al Eros y desarrolla la neurosis tan conocida en la modernidad. Neurosis de la cual el tabú de lo sexual—de nuestros deseos mas reprimidos—acosa al humano en sus propios sueños.

Lo lamento mucho querido lector, prometí no hablar mas de teoría, pero no pude reprimir un instinto tan natural en mi persona. Es un exceso del cual me siento culpable, sin duda alguna. ¿Pero qué seria de la vida sin un exceso que haga de la vida algo más que natural? Para Jacques Lacan, este exceso (Jouissance/El Goce) llega a ser ‘entendido’ dentro de lo simbólico (dentro del lazo social) como un objeto-deseo inalcanzable—el “objeto a.” Sin embargo, este deseo ‘real’ no se reduce a un impulso sexual animalesco. Al contrario, lo real del deseo no puede ser reducido a un objeto tangible. El “objeto a” es un fantasioso objeto que, sin embargo, es esencial para nuestra realidad por la cual todos los lazos sociales son trazados. Sin este objeto inalcanzable, la realidad humana no existiría (como la peonza que no deja de girar al final de la película Inception). Por esta razón, Lacan mantiene como máxima ética: ¡No comprometas tu deseo! Con esto Lacan nos recuerda de seguir deseando dentro de las coordenadas de lo social y no dentro de las pulsiones antisociales que entretienen y satisfacen al deseo con fantasías. En otras palabras, nuestro deseo no debe ser reprimido, pero debe pasar por el lazo social que define su primordial vinculo con el otro.

Es en este momento cuando finalmente podemos repensar este caso de la farándula peruana. ¿Fue acaso mostrar videos íntimos a una menor un exceso que representa un verdadero deseo amoroso, o fue un simple goce que reprime la mirada de lo social en su anonimato? ¿Fueron acaso las demandas públicas de estas mujeres un exceso que representa su verdadero deseo por imponer la ley, o una exhibición para satisfacer una fantasía privada? Cada uno sacara sus propias conclusiones. Personalmente, lo que a mí me preocupa es otra cosa. Un regreso a la era victoriana, cuando la represión de la sexualidad era ley, no es una opción muy viable, pero tampoco es la regresión al obsceno padre de la horda primitiva que impone su perversa voluntad sobre sus hijas e hijos. Tal vez sea momento de voltear a contemplar el horizonte que yace en el futuro para aprender a amar lo radicalmente otro y asumir el exceso de este riesgoso infinito deseo. 


Escrito por

Rizomático

Filósofo-Sociólogo-Músico-Gamer-Escritor-Lector-Cocinero-Amante-Poeta-Caminante-Animal-Humano https://twitter.com/entrevacios


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